Flashback
Viernes 04 de Enero
Es increíble como la muerte de un familiar puede unir
a una familia que ha estado separada por más de diez años, posiblemente más, yo
calculo veinte. Mi papá nunca me habló de su hermano, aunque yo conocía de su
existencia gracias a mi abuela, no me molesté en obtener más información. Pero
su día final llegó, afortunadamente no de una mente joven como la de mi tío. Mi
abuela, la cual me cuidó en mi infancia porque mis padres estuvieron ausentes
la mayoría de ésta, falleció por causas naturales. No estoy en total
sufrimiento pero definitivamente la voy a extrañar y me arrepiento de no
haberle hecho una visita cuando todavía tenía la oportunidad, le debo demasiado
y nunca llegué a decir gracias por su cariño. Pero estas cosas pasan y el tiempo
se me escapó, no hay nada más por hacer.
Nunca
escuché a mi papá quejarse de que tendría que ver a su hermano otra vez,
después de tantos años, no dijo ni una sola palabra al respecto, cuando primero
se encontraron en la misa que ofrecieron antes del entierro se fundieron en un
largo abrazo mientras todos lo observaron, yo dejé la iglesia por mis ideas
sobre la religión me hacían insoportable mi estancia allá adentro. Me inundó el
arrepentimiento unos minutos y casi vuelvo a entrar, pero me contuve y esperé
en una banca del jardín trasero, pensé en hasta adelantarme al cementerio, pero
después de aquí trasladarían el cuerpo y eso tomaría un poco de tiempo.
Un hombre,
joven en realidad, de cabello rubio se acercó y se sentó a mi lado.
–Hola,
Hunter –me saludó y yo lo volteé a ver extrañado de que supiera mi nombre–. No
te hagas el sorprendido, en el fondo sabes que somos familia, ¿o me vas a decir
que nuestras facciones no se parecen? –me preguntó y yo sonreí porque era
verdad, aunque seguí sin decir pío–. Soy Axel –se presentó y me volteó a ver–.
Soy tu primo –me explicó.
–¿En serio?
–le pregunté–. No sabía que tenía más familia que la poca que tengo ahorita.
–No somos
familia –me contestó–. Familia es la que está unida, nosotros solo compartimos
herencia –me dijo y sacó una cajetilla de cigarros–. ¿Quieres uno?
–No,
gracias –le contesté y me quedé observando sus manos manejando el cigarro
entre sus dedos y prendiéndolo con el encendedor–. Creo que mejor si –le dije y
él sonrió, me pasó la cajetilla y saqué un cigarro, él me pasó el encendedor y
prendí mi pieza, di el golpe y después expulsé el humo en forma de ruedas que
se esfumaron cuanto más avanzaban en el aire. Sonreí por mis resultados, hacia
años que no me tomaba el tiempo para disfrutar la nicotina de esta manera–.
¿Eras cercano con ella? –le pregunté.
–No soy
cercano con nadie –me contestó y fumó un poco–. ¿Tú? –me preguntó y yo me
encogí de hombros, le di una fumada y respiré hondo. Tosí porque casi me trago
el humo.
–Siento que
le debo algo –le contesté tratando de calmar la tos.
–No le debes
mierda –me replicó–. Su trabajo como madre era mantenernos unidos como familia
y no lo hizo, no pudo convencer a sus propios hijos que cualquier problema que
ocasionó su distanciamiento debía ser olvidado. Y míralos, veinte años después
y te vuelvo a ver, eras un recién nacido la última vez que te vi –me platicó–.
Tenía nueve –añadió.
–¿Veinte
años? –pregunté sorprendido–. Eso… demasiado tiempo, mucho.
–Y diez de
que no veo a mis papás –dejó escapar en voz baja y decidí no comentar nada para
que él pudiera continuar–. Ellos no saben que estoy aquí, Hunter, y no pueden
saberlo. De hecho, no estoy aquí por ella o ellos, estoy aquí por ti –me dijo y
me volvió a ver–. Te conozco Hunter y sé lo que estás haciendo –yo me quedé
callado, sin saber que decir–. Déjame ayudarte.
Presente
Sábado 26 de Enero
Axel se presentó en mi casa el día de mi cumpleaños,
arriesgándose, exponiéndose a la posibilidad de que mis papás supieran de su
visita, ¿qué es lo qué pretendía? y lo más importante, ¿qué quería? No tuve la
menor idea en ese momento y no tuve excusa para no dejarlo pasar. Se encontró
con mis amigos sentados en la sala, comiendo una rebanada de pastel que
acabábamos de cortar y mi papá lo vio desde lejos, pero no dijo nada, dudo que
siquiera se haya dado cuenta de nuestro ligero parecido pues seguía distraído,
deprimido. Lo presenté como un conocido de la cuadra y todos se la creyeron,
fue un buen paso e incluso pareció tener una bonita charla con Jade. Pobre
ilusa. Como era de esperarse, Axel me pidió que no le dijera a mi papá su
“verdadera” identidad y lo obedecí como un buen hermano menor, él me entiende
cuando se trata de familia, al parecer también creció en un hogar sino es que
destrozado, distanciado. Entre todo, me pidió una cosa más antes de que se
fuera esa noche: que pensara una propuesta, la de su ayuda. Sea buena o mala.
Hoy es el
día que vendría a recibir la respuesta y todavía no la tengo.
–Estuve
ocupado, pero al final llegué primito –me dijo y entró a la casa sin
pedir permiso.
–No creo que
este sea el lugar –le dije nervioso y él me sonrió burlón.
–Es el lugar
hasta que sepa tu decisión –me replicó y yo asentí.
–Todavía no
lo sé –le contesté vacilando y él se tensó.
–¿Cómo que
todavía no sabes? –me preguntó enojado.
–Es que… no
estoy seguro –le dije dudoso y él se acercó a mi.
–Esto no era
una opción de cualquier manera –me dijo–. Te di tiempo para analizarlo no para
pensarlo, ahora vas a subir a mi camioneta e iremos hacia donde yo diga. ¿Te
parece? –me preguntó, aunque sabía que era una pregunta retórica–. Entrarás a
las ligas mayores y ni siquiera tuviste que intentarlo, felicidades, esta
oportunidad es una en cero y por más que me duela ponerlo de esta manera, soy
tu jefe, ¿está claro? –me preguntó y me sostuvo por los hombros para que lo
mirara como un niño pequeño–. Familia, recuerda.
Nunca supe
bien sobre la familia y el funcionamiento de ésta, pero estoy completamente
seguro que así no son como las cosas deberían hacer. Dijo que fue mera
coincidencia, pero yo qué sé. El tipo no mencionó muchas cosas, sólo lo
esencial, entre ello dijo que yo estaba vendiendo en uno de sus muchos
“territorios marcados en Los Angeles.” Eso vendría siendo el colegio, pero…
¿por qué sería ese su territorio? ¿No le debería pertenecer algo más acorde a
su edad? Aunque la verdadera pregunta aquí es por qué sabe sobre mi y sobre lo
que hago para ahorrar dinero. Siento que me investigó y que desde entonces ha
estado violando mi privacidad. Es muy extraño. Hasta su forma de ser es
cambiante.
–Hunter,
¿entiendes la creación de la metanfetamina? –me preguntó a mitad del camino.
Ambos íbamos sentados en los asientos traseros, su socio iba conduciendo, no
nos había dirigido la palabra en todo el camino. También me obligó a dejar mi
celular en casa.
–No, tengo
mi propio expendedor –le contesté–. Pero no la hago.
–Bueno, vete
olvidando de eso –me replicó y me volteó a ver–. Quiero que regresando de esta
visita canceles todos los pedidos que hayas hecho en este mes, si te pide el
dinero dile que trabajas ahora para mi, siempre cabe la posibilidad de que yo
le de a tu proveedor –y entonces soltó una carcajada–. Es un mundo pequeño,
Hunter. California lo es aun más.
–¿Tu negocio
es muy grande? –le pregunté–. ¿Cuánto tiempo te tomó?
–Diez años
llevo en esto y estoy orgullo de los resultados –me respondió.
No quiero
esto, repetí en mi cabeza un millón de veces más. No, yo quería algo de dinero,
nunca me imaginé que dicha oportunidad se me fuera a presentar, pero él es
simplemente peligroso, su mundo está formado de alianzas basadas en amenazas,
yo estoy atrapado en el medio, sí, tengo miedo, le tengo miedo. Qué importa si
es familia. Tengo miedo.
Cuando
llegamos me extrañé al ver que el terreno se encontraba tan lejos de la ciudad,
sobre todo en dónde solo hay carretera y ni siquiera está expuesto, está
escondido entre montañas. Miré a Axel por una explicación, pero a quién engaño,
eso es lo que menos recibo de él. Me hizo una seña para que avanzara delante de
él y me orilló a subirme a entrar a la casa que tenía pinta de granja más bien.
Por dentro lucía como otra casa normal, pero adentrándote a la cocina, que
parecía haber sido rediseñada para dejarlo como una habitación vacía, olía raro
y tenía varios materiales repartidos en diferentes mesas. Inmediatamente supe
que era y dónde estaba: un laboratorio de metanfetamina.
–¿Por qué
esto está aquí? –le pregunté extrañado.
–El olor es
muy fuerte y necesita estar en constante movimiento o alejado para que la gente
no sospeche, sobre todo en zonas residenciales como la tuya –me respondió.
Por algún
motivo sentí algo ardiente subir por mi garganta y en lo que menos me di
cuenta, estaba vomitando. Él no se tardó en reaccionar y me jaló de mi playera
hacia la puerta y me hizo encarar la salida, me soltó y yo me agarré del marco
para no resbalar. Dejé caer todo hacia la madera agrietada y cuando terminé me
limpié la boca con la parte de atrás de mi mano, entonces lo volteé a ver. Axel
tenía una expresión de disgusto en su cara y mandó alguien que andaba por ahí
limpiar el desorden que había provocado.
–¿Por qué y
de qué estás tan asustado, Hunter? –me preguntó.
–No quiero
hacer metanfetamina –le respondí–. No quiero entrar.
Él se limpió
la frente con el antebrazo y tragó saliva.
–¿Quién te
dijo que harías eso? –me preguntó–. No te pondría en una situación tan difícil,
eres un niño –me dijo y se acercó a mi, me hizo una señal para que saliera y
así lo hice, él me siguió–. Son materiales extremadamente inflamables –me
explicó.
–Si no
quieres que la produzca, ¿entonces qué estoy haciendo aquí? –le pregunté.
–Te
explicaré varias cosas, empezando por los niveles que este trabajo tiene. Te
presentaré los más simples y los que deberías conocer, los otros no son de tu
interés –me advirtió–. Productor, expendedor, vendedor y consumidor. ¿Lo
entiendes? –me preguntó y yo asentí, era obvio–. Yo soy el productor que le
vende, bueno, producto al expendedor que le vende producto al vendedor, que vendrías
siendo tú –continuó y yo me quedé pensando–. Olvídate de los expendedores,
porque harás negocios directamente conmigo.
–Pero la
pregunta sigue en pie…
–Sí, lo sé,
lo sé –me interrumpió–. Estamos aquí porque necesito confiar en alguien
–me dijo y yo me quedé callado–. Sabes que en este negocio no hay amistades,
cualquiera podría darte la espalda, claro, pagando caro su traición, pero sé
que tu no lo harías –dijo con una sonrisa maliciosa en el rostro,
intimidándome.
–¿Cómo es
eso? –le pregunté mostrando más interés y firmeza–. ¿Qué quieres?
–Si algo
alguna vez llega a salir mal… –suspiró–. Si algo llega a salir mal quiero que
vengas a esta casa y le prendas fuego –me explicó–. Hazla explotar.
–¿Por qué?
–le pregunté espantado–. ¿Cómo?
–¡Porque
todos estamos en riesgo! –exclamó y se rió nervioso–. Todos.
–Eres un
fugitivo… –asumí y él volteó los ojos.
–No soy un
fugitivo –me corrigió.
–¿Entonces
qué eres? –le pregunté.
–Lo que
todos en este negocio somos: traficantes.
¿Con quién
demonios estoy tratando?
Axel me dejó en la casa con la advertencia de que
pasaría por mi en un rato. Yo caminé con apresuramiento a la entrada y cuando
pasé, cerré con seguro la puerta. Respiré hondo una y otra vez. Tranquilidad.
–Son las
cinco de la tarde, ¿por qué cerraste con llave? –me dijo mi papá por detrás y
yo di un salto en mi lugar por la sorpresa–. Estás nervioso hoy, ¿no es así?
–notó y yo lo volteé a ver–. ¿A dónde fuiste con esas fachas? –me preguntó al
ver mi cabello despeinado y lleno de tierra, al igual que mi ropa. Me agité
como un perro mojado, cuando terminé, me perdí todavía pensando en lo que Axel
me había dicho y olvidé por completo responderle algo a mi papá–. Hunter,
¿estás bien?
–Totalmente
–mentí.
Él arrugó su
nariz.
–¿Qué es ese
olor? –preguntó.
Metanfetamina,
contesté en mi cabeza.
–No me
bañé –le respondí.
–Pues hazlo
–me ordenó y miró hacia la ventana–. Tu tío Don vendrá a cenar.
Yo me quedé
impactado.
–¿Mi tío?
–pregunté.
–Sé lo que
estás pensando –suspiró–. Nuestra discusión fue una estupidez y ambos
lamentamos que la muerte de nuestra madre fuera necesaria para reconciliarlos,
pero Dios lo quiso de esa manera. –Claro, Dios–. Y lo menos que le debemos a tu
abuela es esto.
Axel no
opina igual y si tuviera que tomar preferencia, le daría la razón a él.
–¿Y qué hay
sobre Axel? –le pregunté y me crucé de brazos.
–¿Bromeas?
–preguntó ofendido–. No lo han visto desde hace más de diez años, él fue quien
los dejó, él fue quien decidió huir sin previo aviso, de no haber sido que
llamó un día después de su huída hubieran pensado que lo secuestraron, así que
están esperando su regreso, pero han perdido toda esperanza y contacto. El
chico debe tener ahora alrededor de unos treinta años, tenía ocho años la
última vez que lo vi –y se quedó pensando un rato.
–Supongo que
en poco tiempo mis hermanos te preguntarán por qué me echaste de la casa –le
dije y él me volteó a ver–. No cometas los mismo errores, papá.
–Axel era un
buen niño, tú eres una desgracia.
–Serás una desgracia con dinero –me dijo Axel mientras
habría la puerta de su departamento en un lujoso edificio. Lo miré todo con
detenimiento desde el principio, estaba tan atento que me yo mismo me ponía en
evidencia, me acerqué más a él, me sentía indefenso.
–¿Qué pasa
si alguien sospecha que vengo por drogas? –le pregunté en un susurro, lo más
bajo que pude, tan bajo que dudé si me podría escuchar.
–Hunter, hay
más posibilidades de que la gente piense que eres una prostituta homosexual que
un traficante de drogas –me contestó sin cuidar su tono de voz.
–¡Cállate!
–le dije molesto por el comentario–. Eso es… asqueroso y ofensivo.
–Vamos, pasa
–me dijo y me abrió el paso, yo entré con precaución–. ¿De qué estás tan
asustado? No va a haber veinte policías de la DEA esperándote con armas
apuntadas hacia ti. Relájate –me pidió y entró detrás de mi, después escuché la
puerta cerrar.
–¿Cómo estás
tan seguro? –le pregunté.
–LSD en la
mesa y LCD en las paredes –me contestó y lo miré confundido–. Tengo cámaras de
seguridad, idiota –me explicó–. Puedo verlas incluso desde mi computadora antes
de venir y desde mi celular. Me gusta la seguridad.
–Claro
–suspiré y me acerqué al sillón, pero no me senté–. ¿Podemos acabar con esto
rápido? En serio quiero ir a casa y descansar.
–No, hay que
hablar –me replicó.
–Pero…
–Dije hablar
–repitió con firmeza y yo me senté temeroso en el sofá. Él me imitó y también
se sentó, una vez calmado, me volteó a ver–. ¿No los extrañas? –me preguntó.
–¿Qué cosa?
–le pregunté confundido.
–Los días
sin preocupaciones –contestó.
–¿Alguna vez
los hubo? –le pregunté y él sonrió.
–Cuando
éramos niños, después todo valió madre.
–¿No los
extrañas? –le pregunté y él me volteó a ver.
–No –me
contestó sabiendo perfectamente a quien me refería–. Porque he estado cerca –añadió–.
Los cuido al no verlos ni mantener contacto con ellos.
–¿Y tienes
novia? –le pregunté–. ¿Amigos? ¿Hijos? –me atreví a preguntar.
–No tengo
tiempo para una vida personal –me respondió–. Y tú tampoco.
–¿Qué?
–pregunté, ahora más alarmado que antes.
–En el
momento que la mercancía, que te voy a entregar en un instante, pise nuevos
territorios, tendrás nuevos enemigos, esos enemigos son desconocidos.
–¿Y eso qué
tiene qué ver con mi vida personal? –le pregunté.
–Debes ser
imbécil –dijo entre dientes–. Si ellos piensan que eres una amenaza para su
negocio, que lo eres, querrán deshacerte de ti, el primer paso es el temor, tal
vez te manden golpear y te harán entender que tienes que retroceder, no lo
harás. El siguiente paso, hasta que podamos resolver el asunto y la identidad
de nuestro competidor, es ir directamente con las personas que más aprecias,
podría ser un amigo o tu novia.
–Soy la
carnada –rescaté de todo lo que dijo.
–Hunter,
puedo mantenerte a salvo, pero no a tu familia, no a tu novia y definitivamente
no a tus amigos. Lo siento, no soy una agencia de seguridad –hizo una pausa–.
Parecerá que es más peligroso estar conmigo que vender solo, pero tienes que saber que no soy yo, eres tú y
siempre estuviste en peligro… desde el momento que decidiste comenzar a vender
drogas o incluso más atrás, cuando comenzaste a comprar drogas.
–¿Dónde está
el paquete? –le pregunté sin querer hablar más del tema.
–¿Cuánto
dinero me darás? –me preguntó–. Recuerda que tu compras aquí, tu pones los
precios allá –me dijo–. Sé razonable o nadie te comprará –me recordó.
–Me llevaré
diez gramos –le dije y él me miró sorprendido.
–Vaya, el
niño grande que puede venderlo toda –se burló–. Entonces te mandaré a un lugar
donde sé que están locos por hielo, y por cierto, serán ochocientos cincuenta
dólares.
Jueves 31
Mi primera entrega como aliado, por así decirlo porque
no encuentro una mejor palabra para describirme, de Axel es hoy. Me mandó a la
universidad, dijo que empezaría en los lugares más seguros y en la universidad
la competencia es menos, podrían ir vestidos como oficiales o podrían ser bien
cualquier otro alumno o un aparente padre responsable. No lo sé, me dijo que no
me preocupara tanto, que no pensara de más, pero fue él quien me puso de esta
manera, fue él quien comenzó a hablar de los riesgos y él es el motivo de todo.
Pero ahora estoy principalmente nervioso de que me vayan a detener, tengo las
drogas escondidas en el tanque de gas de mi cuatrimoto que se supone no debo
conducir en asfalto, además, no llevo puesto el casco de seguridad así que los
riesgos de que me detengan son más altos. Pero no quiero irme tan lejos, él es
quien me dijo que no pensará de más y lo estoy haciendo. Tengo que
tranquilizarme. Aunque tengo que recalcar que traigo suficiente cantidad de
metanfetamina para ser detenido y condenado a cinco años en prisión.
Entré sin
problemas al campus y pasé de largo la seguridad, después estacioné y saqué con
cuidado todo lo que tenía, lo guardé en mi mochila y caminé desorientado hasta
la entrada. Dijo que mandaría a alguien para guiarme, a un cliente que ha sido
regular para cualquier persona que él haya mandado aquí. Como sea, regular no
significa amistad, siguen cada quien manteniendo su distancia.
–Ey, niño
–me dijo un chico de cabello rubio caminando hacia mi y se acercó como si fuera
un conocido de hace tiempo, hasta me abrazó y todo el acto, yo traté de seguir
la corriente–. ¿Te mandó Allen? –me preguntó y al principio me sentí
confundido.
–Sí
–contesté al entender que posiblemente era el apodo que Axel utilizaba.
–¿Ha estado
cocinando algo? –me preguntó–. Me encantan sus galletas.
–¿Galletas?
–pregunté–. Si, claro… –dije dudoso.
–¿Cómo te
llamas? –me preguntó y yo vacilé.
–Jay
–improvisé–. Jaime –corregí.
–¿Jaime?
–preguntó burlón–. De acuerdo, sígueme.
Me guió a
las instalaciones detrás de la universidad, había un gran cerro verde y chicos
tirados en el pasto, seguramente drogados como él, todos actuando tan
estúpidos. Me sorprende que yo solía ser uno de ellos, no me arrepiento de
haber cambiado. En absoluto.
–Bien, aquí
podemos hablar libremente aunque hay que estar atentos –me advirtió.
–¿Qué vas a
querer? –le pregunté, tratando de aparentar firmeza, dureza.
–Vaya, un
cambio repentino, ¿eh? –me dijo–. Directo al grano –suspiró–. Para mi van a ser
2 bolas del número 8 –al escuchar esto me sorprendí.
–¿Dos? –le
pregunté–. Eso son siete gramos de metanfetamina…
–Para dos
semanas y media está perfecto –me replicó–. Además de que no es tu maldito
problema –añadió y sacó el dinero de la bolsa de su sudadera–. 400 dólares.
–600 o nada
–le cobré–. Y no, no puedes quedarme a deber –le advertí.
Él me miró
con recelo y comenzó a contar su dinero, cuando terminó, me lo entregó y yo
saqué la mercancía empaquetada de mi mochila.
–Seiscientos
–contó–. Y dile a Allen que mande a un mejor vendedor porque el actual apesta
–me dijo y me arrebató la bolsa–. Adiós, adiós –me corrió, sin darme la
oportunidad de acercarme a los demás chicos.
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Siento que quiero hacer un especial de tres capítulos de Hunter, pero no creo que les parezca, así que no :p Como vieron, me tardé un poco menos de lo usual en completar este capítulo! :D Bueno, ese tal Jaime anda en todo.
Por cierto, respuesta a comentarios:
Vero: ¡Gracias por los comentarios en los dos capítulos, en serio me alegraste el día! Si, todas estamos de acuerdo con Mitchell :/ Pero bueno, tendremos que Liam tome su lugar, ¿no? ¡Y no importa, tu expándete como puedas en los comentarios! :D Gracias de nuevo por comentar, que estés bien y vuelve a comentar cuando puedas. :)
ROOOOOMMMMMMYYYYYYY: ¡Vaya, años sin comentar! Cuando vi que otro comentario (en realidad me emocioné porque ultimamente no recibo muchos comentarios) y vi que era tuyo, me emocioné aun más. Jaja, lo sé, lo sé. Liam y Alexandra forever and ever pero por el momento no está pasando. Y pues bueno, Regan *suspiro*, no sabe nada de nada y como dice mi tía: piensan que con un chin*ado "lo siento" solucionan todo. ¡Pues no! Alexander y Meghan tenían que pasar, no sé, siento que no forcé nada y en realidad no me había dado cuenta de esas dos almas solitarias hasta que estaba leyendo viejos capítulos y dije: ¡Alexander, él es! Espero que te vaya bien en la escuela :) Y que no andes pensando en Liam en tus examenes de química, jajaja. Bueno. Sigue comentando y visitando cuando puedas :)
¡Las quiero y díganme que opinan!
<3
Por cierto, estaba escuchando canciones de mi infancia (es decir, canciones que mi mamá ponía todo el día, es decir, Emmanuel, Los Enanitos Verdes y los Hombres G, por favor, díganme que lo conocen, el tipo estaba guapísimo en su época.) X. Te quiero de los Hombres G es como mi canción del momento, hermosa! Y la de "Devuélveme a mi chica" es también como mi máximo.
1 comentario:
Sabess Simplementee Me Facina Leerte!! Pss Llevava Tiempo Sin Leer!! Como Te Demoras Aveces Para Publicar Entonces Espero Tiempo Y Luegoo Leoo Todoo Con Muchass Ganas!! Simplementee Mee Encantaa!! Y Siii Todaa Historia Tiene Kee Tener Lo Inesperado Paraa Qee Valgaa laa Penaa!! Y Sigoo Esperandoo Anciosaa Los Otros A Ver Comoo Siguen!!
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