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10/22/2012

Cap. 72



Regan’s POV
Flashback
15 de Noviembre de 2012

     –Eres un maldito bastardo –me dijo Tyler, mi compañero de cuarto, desde su cama.
     –Cállate –le ordené y me senté en la silla del escritorio, prendí la computadora.
     Tener un compañero de habitación no era lo que estaba buscando cuando pensé en venir a Palo Alto, pero las habitaciones individuales se agotaron y aunque tenía más opciones que mi papá me ofreció, no quería vivir fuera del campus, así que me conformé con Tyler. Resultó no ser tan malo y diferente a mí después de todo. Admito que al principio quería imponer mis reglas y al darme cuenta que éste chico no se dejaba manejar tan fácilmente, se ganó mi respeto. Su aspecto despreocupado y desaliñado no me atraen mucho como amigo, pero trato de ignorar los olores y cosas desagradables que suele hacer por el bien de nuestra convivencia, aunque para su cumpleaños planeo regalarle una loción de buena calidad, todo lo que posee es barato y lo peor del caso es que puede comprarse mejor, sólo que no quiere.
     –No digas nada, tú quédate allí. Calladito te ves más bonito –le dije y él me volteó los ojos, yo sonreí–. Podrías irte, no confío en que puedas mantener la boca cerrada.
     –Como sea, pero estoy seguro que regresaré a tiempo para ver el desastre de esta ciber-cita o lo que sea –me replicó y se puso de pie, agarró su ordenador portátil y azotó la puerta  en su salida–. ¡Me reiré en tu cara cuando pase! –me advirtió desde afuera.
     Yo suspiré impaciente y me conecté, la videollamada había comenzado. Jade se conectó a la hora exacta que dijo que lo haría. Sentí una pulsada en el estomago, pero intenté no pensar en ello, lo ignoré y puse una sonrisa en mi rostro. Vaya. La universidad es un mundo que se mueve rápido, y a veces a mi edad es tan difícil controlar todo lo que ocurre a tu alrededor, sobre todo cuando estás bajo la influencias de ciertas sustancias.
     –Todavía no logro acostumbrarme a verte de esta manera –me dijo Jade con una sonrisa y después miró detrás de ella–. Gracias por las flores, por cierto.
     –Espero que todo haya salido como esperaba –le dije con media sonrisa.
     –No lo sé, no estuviste aquí para verlo –me dijo–. Fue poco, pero lindo.
     –Lo siento, desde lejos no puedo hacer mucho –le repliqué como disculpándome–. Pero ya falta un mes, y cuando vaya, estaremos juntos las veinticuatro horas del día por 31 días.
     –Lo sé –me replicó con una sonrisa–. ¡No puedo esperar!

Presente
Sábado 15 de Diciembre
3:00 P.M.

Llegué a casa, no traje maletas pero sí otra carga muy pesada: Tyler. Lo observé desde lejos, su cabello rizado rubio se movía cada vez que él giraba la cabeza bruscamente para verme mientras yo esperaba a que me abrieran la puerta, había olvidado mis llaves.
     El único motivo por el cual me atreví a invitarlo a pasar con mi familia estas vacaciones de invierno es porque es un estudiante del extranjero, jamás conoció a su padre y su mamá murió recientemente de causas naturales, ya era vieja. Con la herencia que le dejó, viajó por algunos lugares antes de finalmente aterrizar en Palo Alto para entrar a la universidad, como consiguió contactos, consiguió beca. Su suerte es envidiable, excepto por el hecho de que, claro, sea prácticamente huérfano. También destaca el hecho de que es mayor que yo, así que, aunque no lo admita, me sienta intimidado por él… casi siempre.
     Una vez que Tyler llegó al porche con esfuerzo por todas las maletas que había traído, sacó las llaves del bolso de su pantalón con una sonrisa de suficiencia.
     –Sabía que serías lo suficientemente estúpido como para olvidarlas –me dijo y me las entregó–. ¿Qué esperas? ¡Abre, me estoy haciendo! –exclamó desesperado.
     Yo me apuré y abrí la puerta, él entró aun más apurado y corrió hacia el baño, pero se detuvo cuando se dio cuenta que, en primera, no sabe donde está el baño y, en segunda, una voz femenina proveniente de la cocina llamó su atención.
     Caminé con curiosidad hacia la cocina sólo para encontrarme a Meghan sentada en la barra, mirando su celular. Cuando me vio no pareció sorprendida, simplemente guardó su celular, se bajó del banco y caminó hacia mi, yo desconfié.
     –¿Qué estás haciendo aquí? –le pregunté confundido.
     –Estaba ayudando a preparar algunas cosas y Alexander salió hace unos minutos, no ha de tardar, acabo de colgarle –me respondió y caminó hacia el refrigerador, lo abrió, agarró una lata de refresco, cuando me volteó a ver sonrió nerviosa–. ¿Qué?
     –¿Qué estás haciendo con Alexander? –le pregunté.
     –No quieres saber –me contestó y abrió la lata–. ¿Qué? ¿No sabías?
     –¿Qué cosa? –le pregunté confundido.
     –Dios, no lo sabías –se dijo y dejó la lata en la barra, se rascó la frente y después me volteó a ver–. Alexander y yo estamos saliendo –me explicó.
     –¿Qué? –pregunté sorprendido–. ¿Por qué?
     –Bueno… –dudó–. Como que sólo pasó –y se encogió de hombros.
     Ambos nos quedamos callados un momento y Tyler finalmente interrumpió el silencio con una de sus preguntas:
     –¿Dónde está el baño?
    
Cuando Alexander llegó no tardé en interrogarlo.
     Tyler estaba tomando un baño, Meghan se había ido, mi mamá estaba terminando de preparar lo que la nueva parejita no pudo y papá todavía no llegaba. Era el tiempo perfecto. Lo jalé del brazo y lo llevé al estudio de papá, entrecerré la puerta y entonces me volteé hacia él, caminé en círculos antes de tener claro lo que le iba a decir, en los minutos que me tardé, él tomó asiento en el sillón frente al escritorio de papá.
     –¿Cuál es tu problema? –le pregunté enojado y me paré frente a él.
     –No entiendo lo que está pasando –me contestó y miró alrededor de la habitación.
     –¿Por qué Meghan, eh? –le pregunté–. ¡Entre miles, tenía que ser ella!
     –Bueno, a puesto que no soy el único que se ha preguntado eso, ¿verdad, Regan? –me preguntó y comenzó a rascar los brazos del sillón con ansiedad–. Mira, sólo pasó, ni siquiera yo lo tenía previsto, fue una total sorpresa… –y se de tuvo a mitad de la oración, entonces se me quedó viendo pensativo y se puso de pie–. ¿Sabes qué? Ni siquiera te debo una explicación, te debería dar igual, tienes novia y Meghan y tú jamás fueron tan serios.
     –¿No lo fuimos? –le pregunté molesto–. ¡Pasó prácticamente todo el verano pasado en mi habitación y tú lo sabes! –exclamé y caminé hacia él–. ¿Te ha dicho algún… secreto sobre mí, algo personal? –le pregunté bajando la voz.
     Él se rió con ironía y se volvió a sentar en el sillón.
     –¿Eso es lo que te preocupa? –me preocupó–. Eres mi hermano y frente a ti tu más grande admirador –dijo burlón–. No hay nada que Meghan pueda decirme que yo no sepa –entonces comenzó a rascar el apoyabrazos nuevamente y me miró–. ¿Puedo irme ahora?
     Yo lo pensé un minuto y después me senté en el escritorio.
     –¿Por qué estás tan ansioso? –le pregunté con perspicacia.
     Él se tomó un minuto para responder, se rascó el cuello y después me volteó a ver, con dificultad pude establecer un contacto visual con él antes de que desviara la mirada.
     –Es Hunter –me contestó apurado.
     –¿Qué? ¿Qué pasa con él? –le pregunté preocupado.
     Él suspiró y se puso de pie, de la bolsa de su pantalón sacó una pequeña bolsa y me la entregó, yo la analicé un minuto, dentro habían dos pastillas y unos pedazos de lo que parecía ser cristal. No me tardé en darme cuenta de lo que realmente era.
     –¿És metanfetamina? –le pregunté sin dejar de analizar el paquete.
     –Bueno, es un largo nombre, él la llama como la canción, Crystal Meth o algo así –me corrigió y me la arrebató–. No la está tomando, pero no tardará si sigue haciendo esto.
     –¿La está vendiendo? –le pregunté sorprendido–. ¿Hunter está vendiendo drogas?
     –Necesita dinero y no acepta ayuda de nadie –me contestó.
     –¿Dinero? ¿Por qué no le pide a sus papás? –le pregunté.
     –Vaya, la distancia en realidad te ha alejado más de lo que tú imaginas –me replicó–. No tienes ni idea de lo que está pasando: su papá lo echó de la casa. Encontraron una de las viejas bolsas de drogas que Hunter escondía y lo amenazaron con enviarlo al campamento de rehabilitación y como es mayor de edad, se rehusó y a su papá no le gusto. En realidad sigue viviendo en su casa, pero cancelaron todas sus tarjetas de crédito. Le dejaron claro que una vez que sus papás se vayan él no recibirá apoyo de ningún tipo excepto si es una emergencia, ellos ya no tienen la obligación –me explicó. Yo, por la sorpresa, no pude opinar nada al respecto–. En realidad es su culpa, pasó mucho tiempo recordándoles que ya era un adulto y le salió el tiro por la culata.
     –No puedo creerlo –suspiré consternado.
     –Entonces está haciendo esto para ganar dinero rápido y estar por lo menos preparado para cuando sus papás lo dejen –añadió.
     –¿Y tú lo estás ayudando? –le pregunté.
     –Piensa que está teniendo varios clientes en el colegio, en realidad son personas a las que les di el dinero para que fueran a recoger el paquete, más tarde, esas personas me entregaban estas bolsitas y bueno, no soy sólo yo, en dos semanas se hizo de viejos contactos y la cosa avanzó rápido –me contestó–. Pero tenemos que hacer que pare.
     –Es peligroso, tú quédate fuera de todo –le ordené.
     –No tengo diez años, puedo hacer esto –objetó.
     –Alex, eres mi hermano. Si no lo dejas, se lo diré a papá y veremos si así quiere pagarte la universidad en el extranjero –lo amenacé.
     –No lo harás –me retó–. Porque si lo haces, yo le diré a Jade lo que has estado haciendo las fiestas de fraternidades en tu universidad –me amenazó–. Sólo recuerda, Regan, la única correcta de amenazar a alguien es siendo un santo, de otra manera, no puedes intimidarme.
     –Me hablas como si fuera un matón de la escuela primaria –me quejé.
     –Porque lo eres.

5:00 P.M.

Me escabullí para ir al cajero automático, sin Tyler por supuesto y saqué una considerable enorme cantidad de dinero y después me dirigí a casa de Hunter. No parecía estar feliz de verme, lo tomé desprevenido y lo hice subir conmigo al carro, sólo para poder hablar más en privado, entré a un callejón en una de las privadas, donde nadie pudiera ver.
     Me bajé del carro y él también, rodeé el vehículo para quedar frente a él.
     –Asumo que Alexander te dijo –suspiró y medio la espalda.
     –Sí y más vale que tengas una mejor excusa para lo que estás haciendo –le dije y lo jalé del hombro para que me volteara a ver–. ¡Lo que estás haciendo es estúpido! –le grité.
     –¿Y te importa ahora? –me preguntó enojado–. ¿Desde cuándo?
     –Siempre me importó –me defendí–. Me importas Hunter, eres como mi familia.
     –Bueno, tienes un teléfono. ¿No? –me preguntó–. ¡Si te importa, levántalo y llámame! –exclamó–. ¿Cómo es que ya no hablamos nunca, eh? ¡Incluso Tony ha estado más en contacto en este mes de lo que tu has estado en cuatro meses, y él está al otro lado del país!
     –Entonces perdóname si yo estoy estudiando, si yo logré entrar a la universidad y me preocupo sobre mi futuro, ¡perdóname si yo no soy tan estúpido ni cometí tantas idioteces  ni arruiné mi futuro como tú! –le grité.
     Él me miró un minuto y asintió con ironía. Lo siguiente que vi fue su puño en dirección a mi rostro y mi ojo arder y también la acera caliente por el sol quemando mi cara. Hunter me golpeó tan fuerte que tardé un minuto para recuperarme y cuando por fin me puse de pie, aunque algo mareado, él no mostró ni una sola pizca de arrepentimiento.
     –¡Sabes que yo no elegí esto! –me gritó–. ¡Cometí errores, pero eso no signifique que soy estúpido! –se defendió–. ¡Por lo menos, tengo mente propia y no me controla mi papá!
     –¡Eso es todo! –le grité y me abalancé sobre él, ambos caímos al suelo y comencé a propinar puñetazos a cualquier parte de él que se estuviera moviendo en ese momento, pero no aguanté mi postura mucho antes de que me diera un cabezazo y me tirara hacia atrás, él se puso de pie rápidamente y me jaló de la playera, manteniéndome en alto, y yo, sin las fuerzas necesarias para seguir defendiéndome, dejé que mantuviera así un momento más. Observé sus fosas nasales, amplias, con la respiración agitada, furioso.
     Por un segundo pensé que lo haría, que me golpearía tanto que me dejaría inconsciente y  despertaría a la mañana siguiente con moretones en toda la cara, pero en lugar de eso,  fue un puñetazo justo a la nariz y después me tiró, me dio una última patada en el estómago. Se quedó viéndome sufrir y después se sentó junto a mi y revisó que todavía estuviera respirando, cuando lo comprobó, sacó un cigarro de sus pantalones y lo prendió.
     Yo todavía trataba de recuperar el aliento por los últimos dos golpes.
     –¿Fumas otra vez? –le pregunté con dificultad–. Pensé que habías dejado todo.
     Él me miró con insignificancia y siguió fumando.
     –¿Qué estamos haciendo? –me preguntó Hunter y se limpió la sangre que no dejaba de escurrir por su nariz–. Somos como hermanos, o al menos, solíamos serlo.
     Yo quería decir algo, pero el saber de sangre en mi boca me lo impedía.
     –Todavía –objeté con esfuerzo–. Siento lo que dije –me disculpé.
     –Más te vale sentirlo –me replicó y me volteó a ver–. A puesto que no venías aquí con el objetivo de provocar una pelea, ¿cierto? ¿Qué quieres? –me preguntó.
     –Traje dinero –le contesté.
     –No lo quiero –me replicó.
     –Sé que no, pero necesitas vender… cosas para poder ganártelo y yo lo quiero. Quiero todo el material que tengas en tu casa ahora mismo –le dije.
     –¿Por qué te lo vendería a ti? –me preguntó.
     –Sé de personas a las cuales les encantaría esto –le respondí.
     –¿Prometes que no lo consumirás? –me preguntó.
     –¿Y tú? –le pregunté.
     Él me volteó a ver y no dijo nada.
     –Te compraré la mercancia y te daré el dinero, pero después de esto ya no hay más, no me importa lo que pienses o lo que quieras. No más, Hunter. Te quedarás en mi casa hasta que consigas un trabajo de miedo tiempo y puedas rentar algo pequeño, ¿me entendiste? –le pregunté autoritario–. Te pregunté si me habías entendido –le insistí.
     –Sí, te oí –me contestó.

Una vez que regresé a casa con una gran mochila cargada de productos que tenía que esconder hasta mi regreso a Palo Alto, subí a mi habitación y la coloqué debajo de mi cama, ahí tendría que aguantar hasta mañana cuando pensara con más claridad y en un mejor lugar para el escondite. Entré y salí sin que nadie se diera cuenta de ello.

Había planeado una cita con Jade por nuestro aniversario no celebrado gracias a la distancia, pero las heridas se habían inflamado, así que aparecí en su casa sin previo aviso para anunciar la cancelación de encuentro en el restaurante que ella había hecho una reservación. Le expliqué lo que había pasado y de inmediato me comenzó a atender. Sacó una bolsa de hielo y la cubrió con papel, después me la colocó en la cabeza.
     –Gracias –le dije y me recosté en su cama.
     Ella me sonrió y caminó hacia su buró, sacó algo de uno de los cajones y se acercó a mi para entregarme un marco con una foto de nosotros.
     –No pude enviártelo a tiempo –me explicó.
     Fingí una sonrisa y la volteé a ver.
     –Me acosté con alguien más –le confesé de golpe. Ella se limitó a mirarme sin decir nada más–. Jade…
     –¿Cómo se llamaba? –me preguntó.
     –No tenía un nombre… no…
     –¿Cuál era su maldito nombre?
     –Tara –le contesté.
     –Entonces sí lo recuerdas…
     –Pero no significo…
     –Fuera –me ordenó.
     –Déjame explicarlo –le pedí.
     –¡No! ¡Esta vez no hay explicaciones Regan! –me gritó y aventó el marco hacia la pared, provocando que se rompiera el vidrio del mismo–. ¡Es la misma historia otra vez! –gritó con la voz quebrantada y corrió hacia el corcho cerca de su escritorio, comenzó a arrancar todas nuestras fotos –. Por favor, vete y llévate éstas contigo.
     Yo asentí con entendimiento y me paré de la cama, en el camino ella me entregó las fotos con un movimiento brusco y salí de la habitación abatido, pero no mucho más de lo que Jade podía estarlo. La escuché azotar la puerta a mis espaldas. En otras ocasiones hubiera insistido, pero tenía que ser sincero conmigo mismo también. ¿Cómo puedo esperar otra oportunidad? Si está claro que cada vez que logre perdonarme, la volveré a lastimar.
     Me encontré con Charlotte en el pasillo, quien cabeceaba con desaprobación y los brazos cruzados.
     –No puedo creerlo –me dijo–. Y creí que tú eras diferente a Alexander, pero resulta ser que Alexander sólo sigue los pasos de su más grande ejemplo a seguir: tú.
     –¿Te engañó con Meghan? –le pregunté–. Porque está más buena que tú.
     Ella, ofendida por el comentario, volvió a entrar a su cuarto.

Cuando llegué a mi casa, me encontré con Meghan y Alexander teniendo un poco de acción en el sofá de la sala. No me causó nada más que malos recuerdos, pero ellos ni siquiera se percataron de mi presencia, y continué mi camino al cuarto de invitados donde Tyler se estaría quedando durante el mes.
     –¿Qué demonios te pasó? –me preguntó Tyler cuando me vio–. ¿Y dónde estabas?
     –En realidad no quiero hablar de ello –le contesté y cerré la puerta.
     –¿Estás bien? –me preguntó preocupado.
     –Define “bien” –le pedí, perdido en mis pensamientos.
     –Bien: estado en el que no te encuentras –me respondió, tratando de animarme–. ¿Puedo ayudarte de una manera? Me estás haciendo sentir inútil.
     –Puedes hacer algo –le contesté.
     –Lo que sea –me replicó.
     –Necesito que terminen –le contesté.
     –¿Quiénes? –me preguntó confundido.
     –Meghan y mi hermano –le expliqué–. Tienes que acostarte con Meghan.
     –¡No! –exclamó con disgusto–. ¿Qué clase de persona crees que soy?
     –Te pagaré –le dije.
     –No soy la perra de nadie Regan, no haré esto –se negó.
     –Tengo metanfetamina en cristal –lo soborné–. Mucha.
     –¿Cuándo será? –me preguntó, accediendo al soborno.
     Yo traté de sonreír complacido, aunque no me funcionó.
     –El próximo viernes –contesté–. Daré una fiesta.
     –¿Tres días antes de navidad?
     –Necesito emborracharme rápido.
     –¿Por qué? –me preguntó extrañado.
     –Porque mi vida está arruinada.

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Algo triste que no hubo no comentarios en la entrada pasada. :(
No soy esta clase de personas, pero cuando no hay comentarios algo me dice que no están leyendo la historia y no me dan ganas de estudiar, así que tendrá que ser al menos un comentario para el siguiente cap. Digo, si quieren que siga, porque si ya no leen, entonces díganme :(

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Escribe mas:D

Alejandra Valle dijo...

Lo mato! Lo mato! Lo mato! Lo mato!
Como!? Ósea, como!? Cuernos, jode a su hermano... no puedes dejar que el drogata y Meghan se enrollen, eres una chica con cabeza, y no harás eso. Creo que los dos ya sufrieron lo suficiente como para que ahora se cargué todo por culpa del gilipollas.
Aisch! Es tan Jodidamente jodido! Lo odio!
Es oficial, soñare que lo mato.
Aparte de esto, me encantó el capítulo, como siempre. Y no dejes de escribir.
Besos ^^

Anónimo dijo...

MAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAR.
Extrañaba miles comentarte,ya sabes que me re cuelgo para hacerlo y cuando lo hago es tarde.
El caso es que el capitulo estuvo genial,solo que..Regan,nada,no esperaba otra cosa de el.Es decir,es Regan.Lamento lo que hizo,pero era mejor que se lo haya dicho a que se haya enterado por terceros.
Si,muero por saber que va a pasar con Jade,pero muero mal,quiero saber.
Y en cuanto a Hunter,pobre.Me muero de tristeza,ojala que no haga nada y salga de hacer lo que hace,que bueno que llego Regan para ayudarlo.
Bueno,espero con ansias mal,el proximo capitulo (:
Que andes genial Mar,
exitos.