Emma's
POV
Miércoles
11 de Mayo
12:00
P.M.
Casi
dos meses; dos meses, ocho semanas, 60 días de despertarme con la ilusión de
pensar que tal vez sea el día en que todo cambiará, sea el día en que logre
vencer mis miedos, el motivo por el que estoy aquí. Sea el día en que todo sea
diferente. No es fácil, estoy segura que lo que he logrado es insignificante en
todo lo que me queda por hacer, pero ese insignificante paso que di, es uno de
los más duros. Muchas personas me dijeron que una de las cosas más importantes
es tener confianza en ti mismo. De alguna manera, sé que lo lograré, soy
fuerte, o al menos intento serlo aunque no es suficiente, lo sé. ¿Qué es lo qué
me impulsó a esto? ¿Por qué de pronto mi mente cambió? No me tarde una semana,
en realidad fueron ocho semanas para avanzar este pequeño trozo del recorrido
que me queda por hacer. Pero sé que no me puedo rendir ante esto. Durante estas
ocho semanas creo que lo que más he hecho es llorar, pero sobre todo, tomar
decisiones. ¿En serio viviría toda mi vida de esta manera? No, no lo haría, ni
siquiera sería digno de llamarse vida. Todo lo que una vez me pareció
correcto, ahora me espanta, pero sigue presente, por lo tanto es como si me
estuviera contradiciendo. Esa contradicción pronto se convertirá en nada,
desaparecerá y por fin podré estar bien. Me concentraré en intentar, luchar, y
no rendirme ante eso. Esperé, esperé a que muchas cosas cambiaran, pero soy
realmente yo quién tiene la salida en mis manos, y aunque lo sabía, no quería
verlo. Ahora tengo esperanza, lograré algo. Es difícil y es doloroso en
diferentes maneras, pero avanzaré, sin importar lo que sigue después, porque
hay tantas cosas que quiero hacer y lograr y no puedo dejar que esto me lo
impida.
–Emma, es la comida –me informó mi madre,
quien, desde mi reciente cambio, ha decido pasar conmigo más tiempo, no se dio
por vencida conmigo. Respiré hondo y cerré los ojos, me convencí de que lo
podría hacer. Estos dos meses, hubo veces donde simplemente no lo logré, donde
todo parecía irse por el retrete. Pero siempre hay altibajos, siempre. No puedo
dejar que eso me derrumbe, aunque la batalla con la comida parece no acabarse,
se que algún día todo terminará y entonces la satisfacción vendrá. La enfermera
dejó la bandeja de comida, me sonrió y se fue. Había notado mis cambios estos
meses. No como todos los alimentos, sí, todavía me resulta imposible, pero como
lo que aguanto. Los doctores me felicitan repetidamente, pero saben que no todo
está bien. Lo único que todos piden a Dios en este momento es que pueda seguir
como estoy ahora, más o menos estable, en constante recuperación y preparada
para continuar con ello–. Comenzaremos con la fruta.
–Claro –repliqué nerviosa. Mi voz sonó
frágil, como si me fuera a quebrar en cualquier momento, como si fuera a
activar los frenos y poner marcha atrás a todo. Pero estaba convencida de que
eso no pasará esta vez. Parece que sigo teniendo una pequeña competencia con mi
pasado o mi mente. Mi mamá me acercó el tazón lleno de fruta, yo lo tomé en mis
manos. Todo esto desde fuera se ha de ver ridículo, pero desde adentro es un
asunto totalmente diferente–. Bien… –me dije a misma acompañada de un largo
suspiro.
Comer no ha sido tan fácil como suena,
bueno, es que es tan sencillo pero a la vez tan difícil. Agarré el tenedor, lo
encajé en uno de los pedacitos de fruta y me lo llevé a la boca. Mastiqué y
mastiqué, pero no lo tragaba, que es lo más difícil para mi. Hasta que después
de alrededor de un minuto, lo tragué y suspiré. Hice el mismo proceso lo más
que pude hasta que terminé la fruta. Me tomó un tiempo decidir si comería lo
demás.
–Muy bien, Emma –me felicito mi mamá.
Pareciera como si fuera yo una niña pequeña. En este momento estoy peleando
conmigo misma, me trato de convencer de que está mal, que todo lo debía
devolver, y entonces es como si otra fuerza saliera y me ayudará a ignorar
todos esos pensamientos erróneos sobre lo que la comida me hará y a
concentrarme en lo positivo de la situación–. ¿Estás bien? –me preguntó mi
mamá. Yo asentí lentamente–. ¿Quieres comer los demás? –me preguntó acercándome
el otro plato.
Lo demás es una gelatina, un té y sopa.
Para mi es demasiado, a pesar de que es una dieta blanda, no puedo comerlo
todo. Así que tomaría el té, y comería la gelatina. Le asentí a mi mamá, y
entonces me acercó la gelatina con una cuchara. Le agradecí y comencé a comer
la gelatina. Algunas veces, mientras como, me convenzo de que no está bien lo
que hago, pero con mi fuerza de voluntad, que poco a poco se convierte en más,
es lo que me impulsa a seguir comiendo.
4:00
P.M.
La
doctora está en mi habitación, informándome sobre los progresos que he tenido
en las últimas semanas, pero sobre todo en los últimos meses. Mis ganas de
estar bien es lo que me ha impulsado a todo esto y siento orgullo de ello. Fue
por mi fuerza de voluntad, la confianza que me he tenido y el apoyo
incondicional de todos los demás que se preocupan por mi. Incluso si están
lejos de aquí, como mis amigos, Hunter y mi papá. Quiero volver a verlos, por
ello estoy luchando, porque quiero volver con mis conocidos lo más pronto
posible.
–Emma, estoy orgullosa de ti. ¿Sabes cuánto
has aumentado de peso? –me preguntó. Yo cabeceé en gesto negativo, no me siento
cómoda con que me dijera, pero lo tenía que hacer, aunque aún sigo sintiendo un
poco de miedo sobre cuánto sea mi peso–. Emma, durante el primer mes, cuando
vimos tu cambio e intento de recuperación, subiste como máximo un kilo y medio,
pero este mes, hasta el día de hoy, por lo que veo en tu registro, has subido
aproximadamente cuatro kilos y medio. Lo que significa que en total, has
subidos seis kilos. No puedo explicarte lo maravilloso que esto es a
comparación con los registros de los meses anteriores donde ocurría
completamente lo contrario –me explicó con felicidad.
–¿Seis? –pregunté con un nudo en la
garganta y mis ojos se cristalizaron. No sé porque quiero llorar, si fue por
haber subido de peso y mi mente me está tratando de convencer que eso me
llevará a la ruina o porque estoy orgullosa de haber subido de peso estos
meses.
–Cariño… está bien –me trató de
tranquilizar mi mamá.
Yo asentí y me limpié las lágrimas con la
palma de mi mano. La doctora continuó diciendo algunas cosas, pero ya no me
concentré en esto, sino en avanzar. Sé que lo puedo hacer, lo puedo controlar.
Lo voy a lograr porque quiero estar bien y sobre todo, necesito
Viernes
13
10:00
A.M.
Esta
mañana Isaac me había venido a visitar. Sé que está feliz y orgulloso de mi,
pero la charla tuvo que esperar porque estaba hablando con mi papá en el
momento en que entró. Le informé de las buenas nuevas y todo lo demás, después
de un momento mi mamá salió de la habitación para hablar con él y me dejó a
solas con Isaac. Hace tiempo que no hablaba con él y me gustó escuchar su voz.
No puedo esperar a verlo otra vez.
–Hace tiempo que no te veo –me dijo Isaac,
yo le sonreí e hice un esfuerzo por pararme, él se acercó a mi y me ayudó a
ponerme de pie, pero tropecé y él fue mi escudo para no caer en el suelo. Ambos
reímos mientras nuestros rostros quedaron a pocos centímetros de distancia. Él
pestañeó y miró hacia abajo, apenado–. Te extrañé –admitió.
–Eso está bien –le dije y él sonrió–. Yo
también te extrañé un poco –confesé.
–No te siento tan débil como la última vez
que vine –notó y yo asentí.
–Estuviste ausente como un mes –le recordé
y encontré el momento adecuado para alejarme de él, me senté en el borde de su
cama y él se paró frente a mi, jugó con mis manos un minuto y después me volteó
a ver–. Pasaron varias cosas desde entonces.
–Estaba ocupado enviando mis solicitudes a
las universidades –me contestó.
–¿Universidades? –pregunté confundida–.
¿Cuándo te graduaste?
–2009 –me contestó extrañado por la
pregunta–. ¿Por qué?
–Pero pensé que estabas aquí porque dijiste
que hacían abuso escolar –le recordé.
–Así es, lo hacían –me contestó–. Mi
depresión comenzó ahí pero siguió incluso después de que me gradué, con otras
cosas. Tenía dieciocho cuando me interné aquí, no tenía a dónde ir, todos los
días era una rutina que me llevó al abismo, Emma, un profundo y oscuro abismo.
Ahora que voy a cumplir veinte años en Septiembre creo que es hora de ir a la
universidad, antes de que sea algo tarde para mi –me explicó.
–Me parece bien –le repliqué y le ofrecí
una sonrisa, él permaneció callado un momento y después sonrió–. ¿Qué? –le
pregunté con curiosidad.
–Bueno, sonreíste hace rato, pero se me
olvidó decirte que jamás te había visto sonreír en este lugar –me respondió–.
¿Es extraño? Me refiero a que, ¿no te habías dado cuenta de que no habías
sonreído ni una sola vez desde que llegaste? –me preguntó.
–Bueno, creo que sí sonreí pocas veces, no
sé –le contesté–. Contigo sobretodo, porque, ¿quién más aquí va a tratar de hacerme
sonreír?
–¿Cómo te ha ido? –me preguntó con interés.
–La verdad es que me ha ido bien –le
contesté y él se quedó callado, sorprendido, creo que no me había escuchado
decir eso nunca–. Aunque la verdad es que he estado llorando casi todo el
tiempo, soy débil, el tan sólo pensar en como he estado sobreviviendo cuando
apenas hablaba y no comía me destruye por dentro. No sé qué es lo que me
impulsó a este gran cambio, pero es bueno. Me siento como si fuera un
súper-humano. Siento como si nada me pudiera detener de cumplir mi objetivo, de
impedir mi recuperación. Así es como me siento. Y a la vez, eso me convierte en
una persona fuerte, a pesar de mi problema, sé que soy fuerte, porque muchas
personas no pueden llevar a cabo la recuperación, ni siquiera se esfuerzan en
pensar sobre estar bien y yo era así, pero ahora lo estoy intentando, me tomó
tiempo, demasiado, pero lo hice. Soy fuerte –le expliqué y él sonrió–. Gracias
–le dije y me miró con confusión, pidiendo una explicación–. Tú no tienes que
estar aquí, como dices, tienes que ir a la universidad, tienes que buscar tu
mejor futuro, sin embargo aquí estás y siempre estás tratando de ayudarme y te
agradezco por eso, eres el único amigo que tengo aquí, así que gracias por eso
–le expliqué.
Él se quedó callado y agrandó su sonrisa,
acomodó mi cabello detrás de mi oreja y de ahí acarició mi mejilla, agarró mi
barbilla y guió mi rostro hacia el suyo, sobrepuso sus labios en los míos y al
principio no quise responder, pero entreabrí mi boca para que sus labios
pudieran pasar entre los míos, los movimientos fueron lentos y tiernos hasta
que él decidió separarse de mi y descansó su frente en la mía.
–Para ser sincero, nunca esperé entrar en
este lugar buscando algo parecido al amor –le dije y ambos reímos un poco, él
me volvió a besar y yo lo abracé, besó mi mejilla hasta mi cuello y ahí recargó
su cabeza en mi hombro.
–Para ser sincero, nunca esperé encontrar
algo en esta vida parecido al amor –me dijo, y entonces escuchamos a alguien
aclararse la garganta detrás de nosotros. Isaac se separó inmediatamente de mi
y volteamos a ver a mi mamá. Se veía preocupada.
–Emma,
me acaba de llamar tu amiga Jade –me dijo con consternación. Isaac se hizo a un
lado para dejarme bajar de la cama y yo me acerqué a mi mamá–. Hunter… está en el hospital –me informó–.
Y está muy grave, entró en coma por sobredosis y están esperando a que
despierte, pensó que querrías saberlo –me dijo y yo me tuve que sentar en la cama para no caerme al suelo del impacto de la noticia.
–Hunter… –murmuré–. Dios… ¿por qué no puedo estar con él en este momento? –pregunté desesperada. Sabía que esto pasaría, algún día, pero me duele no poder estar ahí con él en este momento, a un lado de su cama, sosteniendo su mano, hablándole, cuidándolo como él hacía.
1 comentario:
Espero que Emma se recupere pronto, y que vuelva con Hunter.
Besos.
Publicar un comentario