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7/04/2011

Cap. 22


Liam’s POV
Sábado 15 de Enero
1:00 P.M.

Me encontraba en casa de Alexandra, quien, por algún motivo, me había estado evitando todos estos días y sólo algunas cuantas veces me decía “hola” y su más usada excusa: “tengo que hacer tarea, ¿recuerdas? No tengo tu edad”. Y esa última frase me la reprochaba como si tuviera que sentirme culpable de algo o arrepentirme por estar y tratar de pasar tiempo con ella. En cualquier momento podría retractarme de esta situación y alejarme, sólo lo tiene que pedir. Pero simplemente no la entiendo.
     –¿Puedo ir al baño? –le pregunté a Steve.
     –Esto no es una escuela, no necesitas preguntarme –me contestó sin despegar la vista de sus papeles, tenemos mucho trabajo últimamente, lo que es bueno.
     Salí de su oficina, caminé hacia las escaleras y las subí corriendo hasta que llegué a la habitación de Alexandra, irrumpiendo como si me urgiera verla, cuando entré, pude tomar aire, ella sólo me observó.
     –Uff… tus escaleras nunca fueron tan cansadas –le dije con una pequeña risa.
     –¿Qué haces en mi habitación? Si mi papá te ve aquí… –comenzó.
     –Él esta muy ocupado –entonces cerré la puerta–. Necesito hablar contigo.
     –Tengo mucha tarea –me trató de evitar.
     –De eso es de lo que necesito hablar –le dije.
     –¿De mi tarea? –preguntó poco sorprendida.
     –No. De que me has estado evitando –le respondí.
     –¿Yo? No es cierto…
     –Si, si es cierto. ¿Ocurre algo?
     –No –dijo y desvió la mirada.
     –Sé que ocultas algo. ¿Qué ocurre? –le insistí.
     –Liam… –entonces hizo una pausa–. No es nada…
     –Se nota que no es nada. Tus ojos se cristalizaron. ¿Quieres llorar? ¿Por qué quieres llorar? –la bombardee con preguntas.
     –Liam… –fue lo único que pudo pronunciar antes de que comenzara a llorar. Entonces me acerqué a su cama, y me quedé frente a ella, quieto, esperando a que me dijera algo, pero no me decía nada–. No sé como decir esto –lloriqueó.
     –¿Qué pasa? –pregunté, ahora preocupado. Me senté junto a ella en su cama y la abracé. Estaba consolándola pero no sé exactamente de qué.
     –Espera aquí –me pidió mientras se limpiaba las lagrimas y se puso de pie, caminó hacia su baño y se encerró.
     Su comportamiento es extraño, pero no había nada más que esperar a que saliera, a menos de que se quisiera quedar en el baño hasta que me marchara. Entonces me paré de su cama y caminé hacia su escritorio. Estaba lleno de portarretratos, fotos con sus amigas, sus hermanos, hermanas, papás y, bueno, con Tony. Entendía que tenía que poner fotos con él porque son novios y por obvias razones no puede poner fotos mías, pero desearía que pudiera poner fotos conmigo.
     –Liam. ¿Podrías venir… un momento? –me pidió desde el baño. Entonces caminé hacia su baño, me abrió la puerta y entré–. Quiero que veas esto –me dijo y me entregó una pequeña caja como de medicinas.
     –¿Qué esto? –le pregunté.
     –Una prueba de embarazo –me contestó. En ese momento caí en la cuenta, pero esperen. Necesito analizar esto. Me está entregando una prueba de embarazo–. Puedes abrirla si quieres –me dijo–. De hecho es lo que quiero que hagas.
     Entonces abrí la cajita como me ordenó y saque la prueba. La observé, observé el resultado y después voltee a ver a Alexandra.
     –¿Es tuya? –le pregunté un poco alterado. Ella asintió mientras miraba hacia otro lado–. ¿Es tuya? –le volví a preguntar.
     Ella volvió a asentir. Pude ver en sus ojos y su expresión que trataba de mantenerse en su lugar, como si pudiera hacer esto con la madurez suficiente, pero es Alexandra, y sé que no tiene idea de lo que hará.
     –¿Qué haremos al respecto? –me preguntó.
     Y ahora mi vista no estaba enfocada en ella, sino en algún punto de la pared, y mi mente estaba completamente perdida en ese momento, no sabía que decir, no sabía que pensar, no sabía si salir corriendo, o quedarme ahí hasta tener algo que decir. Ella debió haber sentido lo mismo que yo: que el mundo se nos venía encima.
     –No lo sé –logré responder–. ¿Debemos hacer algo?
     –¿Qué? –preguntó sorprendida–. ¡Tenemos que hacer algo!
     –Estoy completamente jodido –murmuré–. ¡Mierda! –grité y volví a enfocar mi vista en ella–. Sólo te diré una cosa, Alexandra, no quiero bebés, ningún bebé. No estoy listo –le contesté–. Así que hago de esto tu decisión. Si tu no estás lista, ya sabes la respuesta, es tu bebé, tú estás embarazada, no yo. Lo siento, hablaremos después. Necesito irme –le dije–. Y por cierto, no se lo menciones todavía a tu papá, necesito este empleo.
     Salí del baño y de su habitación corriendo.
     –¡Liam, te necesito conmigo! –me gritó–. ¡Por favor, Liam!
     –Lo siento, no puedo –le contesté.
     Bajé las escaleras de prisa, saltándome los últimos escalones y entré a la oficina de su papá, quien me esperaba confundido.
     –¿Pasa algo? –me preguntó al ver lo apurado que estaba.
     –Necesito irme, pero lo veré mañana –le contesté–. Estoy enfermo.

Cuando llegué al edificio donde vivo, tomé el elevador y esperé impaciente a que llegara a mi piso, cuando lo hizo, saqué las llaves de mi bolsillo del pantalón y abrí la puerta, entré y ¿qué fue lo que me encontré? realmente nada. Pero mi hermano no tardó en salir de su habitación al escucharme llegar y azotar la puerta.
     –¿Qué habrá de comer? –me preguntó.
     –¡No lo sé! –le grité enojado–. ¡Vete a vivir tú solo y consigue tu comida! ¡Yo no quiero más responsabilidades, ni otra boca que alimentar, vete! –le grité–. ¡No soy tu papá! –él no dijo nada, solo me observó.
     –Lo siento, nunca pensé que te molestara tanto mi presencia aquí –me dijo, herido, como si en serio le hubiera lastimado lo que había dicho y que sólo yo sabía que no era verdad, solo una mala reacción en tiempos desesperados.
     –No lo decía en serio, perdón –Le dije más calmado.
     –Sonaste muy enserio –me dijo.
     –¡No lo decía en serio! –le grité.
     –Tranquilo ¿Qué pasa contigo hoy? –me preguntó.
     Y entonces entró de nuevo a su habitación.

Lunes 17

     Hoy no fui a trabajar, y lo más probable es que después de que Steve se entere de todo, nunca volveré a trabajar allí o en ningún lugar si decide denunciarme a la policía por pedofilia mal juzgada. Justo ahora me encuentro afuera de la escuela de Alexandra, había analizado todo esto durante el fin de semana, todo y me di cuenta que estaba tan mal en dejarla allí pensando que no me ocuparía de algo así. Pero está embarazada y es mi bebé, seré padre. Todos dicen que es una experiencia inolvidable, pero un sin fin de responsabilidades, y no las quiero, no estoy listo, probablemente ningún papá estuvo listo en su momento, pero yo no estoy listo, nunca lo estaré y si les soy sincero, no quiero este bebé. Pero sigue siendo mi bebé. Y Alexandra se ha de sentir peor, ha de estar terriblemente confundida y espantada porque ella está arriesgando más de lo que yo jamás arriesgaré: su educación, su futuro, la confianza de sus padres y su apoyo, la aprobación de sus amigas, etcétera.
     Cuando vi que ya era hora de la salida, bajé de mi coche y caminé hacia dentro del edificio. Recuerdo cuando era un adolescente, era un niño torpe, bueno, al parecer sigo siendo torpe, en fin, todo era tan diferente, tal vez no tan diferente, pero era diferente, recuerdo cuando podía hacer cualquier cosa y hacer cualquier estupidez, pues esa edad es la edad de la estupidez, pero cuando creces te preguntas: ¿cómo pude hacer eso alguna vez? Y siempre te ríes de las cosas malas que te pasaron. Y luego comienzo a pensar en Alexandra,
y me doy cuenta de que no hay nada de esto de lo que ella se pueda reír cuando sea grande. ¿Quién se reiría de esto?
     Todos comenzaron a salir de sus salones, yo estaba perdido, no sabía cual era el salón de Alexandra, o que clase tenía a última hora, pero espero verla por aquí. Caminé unos pasillos más hasta que la vi de espaldas, hablando con Tony y esperé a que éste se fuera, pero parecía como si que nunca lo fuera a hacer, y cuando lo hizo, caminé hacia su casillero, traté de no hacer ruido.
     –Hola –Le susurré.
     Ella volteó a verme sorprendida.
     –¿Qué haces aquí? –me preguntó–. Por lo que pasó el otro día, supuse que no querías saber nada más de mi –hizo una pausa–. O de nosotros, debería decir.
     –Todavía no es un bebé, ¿cuántas semanas tiene? ¿Tres? ¿Cuatro? –le pregunté.
     –No lo sé, cuatro –me contestó–. Y es un bebé desde que se concibe, para tu información –entonces ninguno de los dos dijo nada por un momento–. Liam… ¿Qué vamos a hacer? –preguntó preocupada.
     –Alexandra… –pronuncié mientras me acercaba a ella. Coloqué mis manos en sus mejillas, solo para tenerla más cerca–. Lamento todo lo que dije ayer, pero me sorprendí y me asusté, pero te prometo que cuidare del bebé y de ti, no importa lo que implique, lo prometo –le dije.
     –¿No huirás como ayer lo hiciste? –me preguntó.
     –Lo prometo –le repetí–. Te amo y lo sabes –le contesté.
     –Que extraño, yo también la amo –dijo alguien detrás de mi.
     –Demonios… –murmuró Alexandra mientras se separaba de mí rápidamente.
     –¡Si, demonios, vaya! –exclamó ese chico con una risa histérica. Era Tony, lo reconocí por las fotos y la vez del centro comercial–. ¿Tú eres? –me preguntó mientras cruzaba los brazos, tratando de imponer autoridad, defendiendo lo que él cree suyo: Alexandra.
     –Puedo explicarlo todo –intervino Alexandra.
     –Adelante, te escucho, pero no tengo mucho tiempo –le replicó él.

1 comentario:

Na Abarca dijo...

lo de la cancoion se oye comica♥
woow pobre alexandra
eso le pasa por jugar con 2 u.u}bye-
escriibe