Liam’s POV
Sábado 15 de Enero
1:00 P.M.
Me encontraba en casa de Alexandra, quien, por algún
motivo, me había estado evitando todos estos días y sólo algunas cuantas veces
me decía “hola” y su más usada excusa: “tengo que hacer tarea, ¿recuerdas?
No tengo tu edad”. Y esa última frase me la reprochaba como si tuviera
que sentirme culpable de algo o arrepentirme por estar y tratar de pasar tiempo
con ella. En cualquier momento podría retractarme de esta situación y alejarme,
sólo lo tiene que pedir. Pero simplemente no la entiendo.
–¿Puedo ir
al baño? –le pregunté a Steve.
–Esto no es una escuela, no necesitas
preguntarme –me contestó sin despegar la vista de sus papeles, tenemos mucho
trabajo últimamente, lo que es bueno.
Salí de su
oficina, caminé hacia las escaleras y las subí corriendo hasta que llegué a la
habitación de Alexandra, irrumpiendo como si me urgiera verla, cuando entré,
pude tomar aire, ella sólo me observó.
–Uff… tus
escaleras nunca fueron tan cansadas –le dije con una pequeña risa.
–¿Qué haces
en mi habitación? Si mi papá te ve aquí… –comenzó.
–Él esta muy
ocupado –entonces cerré la puerta–. Necesito hablar contigo.
–Tengo mucha
tarea –me trató de evitar.
–De eso es
de lo que necesito hablar –le dije.
–¿De mi tarea?
–preguntó poco sorprendida.
–No. De que
me has estado evitando –le respondí.
–¿Yo? No es
cierto…
–Si, si es
cierto. ¿Ocurre algo?
–No –dijo y
desvió la mirada.
–Sé que
ocultas algo. ¿Qué ocurre? –le insistí.
–Liam…
–entonces hizo una pausa–. No es nada…
–Se nota que
no es nada. Tus ojos se cristalizaron. ¿Quieres llorar? ¿Por qué quieres
llorar? –la bombardee con preguntas.
–Liam… –fue
lo único que pudo pronunciar antes de que comenzara a llorar. Entonces me
acerqué a su cama, y me quedé frente a ella, quieto, esperando a que me dijera
algo, pero no me decía nada–. No sé como decir esto –lloriqueó.
–¿Qué pasa?
–pregunté, ahora preocupado. Me senté junto a ella en su cama y la abracé.
Estaba consolándola pero no sé exactamente de qué.
–Espera aquí
–me pidió mientras se limpiaba las lagrimas y se puso de pie, caminó hacia su
baño y se encerró.
Su
comportamiento es extraño, pero no había nada más que esperar a que saliera, a
menos de que se quisiera quedar en el baño hasta que me marchara. Entonces me
paré de su cama y caminé hacia su escritorio. Estaba lleno de portarretratos,
fotos con sus amigas, sus hermanos, hermanas, papás y, bueno, con Tony.
Entendía que tenía que poner fotos con él porque son novios y por obvias
razones no puede poner fotos mías, pero desearía que pudiera poner fotos
conmigo.
–Liam.
¿Podrías venir… un momento? –me pidió desde el baño. Entonces caminé hacia su
baño, me abrió la puerta y entré–. Quiero que veas esto –me dijo y me entregó
una pequeña caja como de medicinas.
–¿Qué esto?
–le pregunté.
–Una prueba
de embarazo –me contestó. En ese momento caí en la cuenta, pero esperen.
Necesito analizar esto. Me está entregando una prueba de embarazo–. Puedes
abrirla si quieres –me dijo–. De hecho es lo que quiero que hagas.
Entonces
abrí la cajita como me ordenó y saque la prueba. La observé, observé el
resultado y después voltee a ver a Alexandra.
–¿Es tuya?
–le pregunté un poco alterado. Ella asintió mientras miraba hacia otro
lado–. ¿Es tuya? –le volví a preguntar.
Ella volvió
a asentir. Pude ver en sus ojos y su expresión que trataba de mantenerse en su
lugar, como si pudiera hacer esto con la madurez suficiente, pero es Alexandra,
y sé que no tiene idea de lo que hará.
–¿Qué
haremos al respecto? –me preguntó.
Y ahora mi
vista no estaba enfocada en ella, sino en algún punto de la pared, y mi mente
estaba completamente perdida en ese momento, no sabía que decir, no sabía que
pensar, no sabía si salir corriendo, o quedarme ahí hasta tener algo que decir.
Ella debió haber sentido lo mismo que yo: que el mundo se nos venía encima.
–No lo sé
–logré responder–. ¿Debemos hacer algo?
–¿Qué?
–preguntó sorprendida–. ¡Tenemos que hacer algo!
–Estoy
completamente jodido –murmuré–. ¡Mierda! –grité y volví a enfocar mi vista en
ella–. Sólo te diré una cosa, Alexandra, no quiero bebés, ningún bebé. No estoy
listo –le contesté–. Así que hago de esto tu decisión. Si tu no estás lista, ya
sabes la respuesta, es tu bebé, tú estás embarazada, no yo. Lo siento,
hablaremos después. Necesito irme –le dije–. Y por cierto, no se lo menciones
todavía a tu papá, necesito este empleo.
Salí del
baño y de su habitación corriendo.
–¡Liam, te
necesito conmigo! –me gritó–. ¡Por favor, Liam!
–Lo siento,
no puedo –le contesté.
Bajé las
escaleras de prisa, saltándome los últimos escalones y entré a la oficina de su
papá, quien me esperaba confundido.
–¿Pasa algo?
–me preguntó al ver lo apurado que estaba.
–Necesito
irme, pero lo veré mañana –le contesté–. Estoy enfermo.
Cuando llegué al edificio donde vivo, tomé el elevador
y esperé impaciente a que llegara a mi piso, cuando lo hizo, saqué las llaves
de mi bolsillo del pantalón y abrí la puerta, entré y ¿qué fue lo que me
encontré? realmente nada. Pero mi hermano no tardó en salir de su habitación al
escucharme llegar y azotar la puerta.
–¿Qué habrá
de comer? –me preguntó.
–¡No lo sé!
–le grité enojado–. ¡Vete a vivir tú solo y consigue tu comida! ¡Yo no quiero
más responsabilidades, ni otra boca que alimentar, vete! –le grité–. ¡No soy tu
papá! –él no dijo nada, solo me observó.
–Lo siento,
nunca pensé que te molestara tanto mi presencia aquí –me dijo, herido, como si
en serio le hubiera lastimado lo que había dicho y que sólo yo sabía que no era
verdad, solo una mala reacción en tiempos desesperados.
–No lo decía
en serio, perdón –Le dije más calmado.
–Sonaste muy
enserio –me dijo.
–¡No lo
decía en serio! –le grité.
–Tranquilo
¿Qué pasa contigo hoy? –me preguntó.
Y entonces
entró de nuevo a su habitación.
Lunes 17
Hoy no fui a
trabajar, y lo más probable es que después de que Steve se entere de todo,
nunca volveré a trabajar allí o en ningún lugar si decide denunciarme a la
policía por pedofilia mal juzgada. Justo ahora me encuentro afuera de la
escuela de Alexandra, había analizado todo esto durante el fin de semana, todo
y me di cuenta que estaba tan mal en dejarla allí pensando que no me ocuparía
de algo así. Pero está embarazada y es mi bebé, seré padre. Todos dicen que es
una experiencia inolvidable, pero un sin fin de responsabilidades, y no las
quiero, no estoy listo, probablemente ningún papá estuvo listo en su momento,
pero yo no estoy listo, nunca lo estaré y si les soy sincero, no quiero este
bebé. Pero sigue siendo mi bebé. Y Alexandra se ha de sentir peor, ha de estar
terriblemente confundida y espantada porque ella está arriesgando más de lo que
yo jamás arriesgaré: su educación, su futuro, la confianza de sus padres y su
apoyo, la aprobación de sus amigas, etcétera.
Cuando vi
que ya era hora de la salida, bajé de mi coche y caminé hacia dentro del
edificio. Recuerdo cuando era un adolescente, era un niño torpe, bueno, al
parecer sigo siendo torpe, en fin, todo era tan diferente, tal vez no tan
diferente, pero era diferente, recuerdo cuando podía hacer cualquier cosa y
hacer cualquier estupidez, pues esa edad es la edad de la estupidez, pero
cuando creces te preguntas: ¿cómo pude hacer eso alguna vez? Y siempre te ríes
de las cosas malas que te pasaron. Y luego comienzo a pensar en Alexandra,
y me doy cuenta de que no hay nada de esto de lo que
ella se pueda reír cuando sea grande. ¿Quién se reiría de esto?
Todos
comenzaron a salir de sus salones, yo estaba perdido, no sabía cual era el
salón de Alexandra, o que clase tenía a última hora, pero espero verla por aquí.
Caminé unos pasillos más hasta que la vi de espaldas, hablando con Tony y
esperé a que éste se fuera, pero parecía como si que nunca lo fuera a hacer, y
cuando lo hizo, caminé hacia su casillero, traté de no hacer ruido.
–Hola –Le
susurré.
Ella volteó
a verme sorprendida.
–¿Qué haces
aquí? –me preguntó–. Por lo que pasó el otro día, supuse que no querías saber
nada más de mi –hizo una pausa–. O de nosotros, debería decir.
–Todavía no
es un bebé, ¿cuántas semanas tiene? ¿Tres? ¿Cuatro? –le pregunté.
–No lo sé,
cuatro –me contestó–. Y es un bebé desde que se concibe, para tu información
–entonces ninguno de los dos dijo nada por un momento–. Liam… ¿Qué vamos a
hacer? –preguntó preocupada.
–Alexandra…
–pronuncié mientras me acercaba a ella. Coloqué mis manos en sus mejillas, solo
para tenerla más cerca–. Lamento todo lo que dije ayer, pero me sorprendí y me
asusté, pero te prometo que cuidare del bebé y de ti, no importa lo que
implique, lo prometo –le dije.
–¿No huirás
como ayer lo hiciste? –me preguntó.
–Lo prometo
–le repetí–. Te amo y lo sabes –le contesté.
–Que
extraño, yo también la amo –dijo alguien detrás de mi.
–Demonios…
–murmuró Alexandra mientras se separaba de mí rápidamente.
–¡Si,
demonios, vaya! –exclamó ese chico con una risa histérica. Era Tony, lo
reconocí por las fotos y la vez del centro comercial–. ¿Tú eres? –me preguntó
mientras cruzaba los brazos, tratando de imponer autoridad, defendiendo lo que
él cree suyo: Alexandra.
–Puedo
explicarlo todo –intervino Alexandra.
–Adelante,
te escucho, pero no tengo mucho tiempo –le replicó él.
1 comentario:
lo de la cancoion se oye comica♥
woow pobre alexandra
eso le pasa por jugar con 2 u.u}bye-
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