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4/29/2011

Cap. 07




Liam’s POV
Lunes 8 De Noviembre
9:00 A.M.

Me desperté preparado para otro día de trabajo.
     Cuando eres un adulto, la rutina invade tu vida, y es casi imposible cambiarla. Claro, todavía hay amigos, pero te das cuenta de que tu juventud, bueno, pasa. Y tienes que ir a trabajar, llegar del trabajo, comer, descansar, dormir para que al otro día se la misma rutina, y cuando finalmente llegue el fin de semana, tus amigos te inviten a salir y tú sólo quieres… seguir descansando, mirando la televisión en tu cuarto.
     Mi trabajo es simple, aunque su hay una cosa que me molesta es que mi jefe, en demasiadas ocasiones, me trate como si fuera algo que pudiera controlar. Da ordenes, las sigo, pero no acepta opiniones. Fuera de la oficina, si es que hay una porque trabajamos desde su casa, somos algo así como colegas. No lo sé.
     He pensando demasiadas veces en hacer cambios, encontrar un trabajo relacionado con lo que estudié en la universidad. Cambiar de trabajo. Cambiar de hogar. Cambiar de ubicación. Encontrar el verdadero amor y formar una familia, pero esperen, eso es sólo lo que mis padres quieren que haga, no lo que yo quiero hacer. Dios Santo, soy un adulto, me encantaría que algún día me reconocieran como tal.
     Ahora vivo con mi hermano, Mitchell, en un apartamento de dos habitaciones, él es lo que yo nunca seré: un fracasado. Puedes esperar lo peor de él, las ilusiones él mismo se encarga de rompértelas y admite que si por motivos milagrosos llegara a hacer algo bien, sería eso precisamente: un milagro. Siento decirlo de esa manera, pero es la verdad, lo quiero, lo aprecio, pero lo odio. Odio todo lo que hacer, no lo soporto, pero no tengo corazón suficiente para echarlo de mi lugar.
     Cuando entré al baño vi algo que no me agradó: había una chica desconocida dentro de mi bañera, se veía mal. Si tuve una resaca y no lo recuerdo, este es mi nuevo récord.
     –¡Despierta! –le grité dos veces.
     Entonces ella abrió los ojos con esfuerzo.
     –¿Qué quieres? –me preguntó molesta, y entonces volvió a cerrar los ojos.
     –¿Quién eres? –le pregunté desesperado.
     –Soy Anne –me respondió.
     Realmente no tenía ni una mínima idea de quién era, pero si sé quién la trajo hasta aquí, y ese fue Mitchell. Es joven, bueno, más joven que yo, va a la universidad, está por terminar su carrera, pero sigue siendo un desastre. Madurez es un tema desconocido para él. No recuerdo la razón exacta por la cual esta viviendo conmigo, pero lo hace. Creo que ambos tuvimos la gran idea de marcharnos de casa de nuestros padres, y vivir juntos porque hubo una época donde él me agradaba, pero tener que soportarlo todos los días hizo que la poca simpatía que sentía por él desapareciera. Definitivamente fue una mala idea el aceptarlo aquí. Lo quiero, repito, pero no soy su padre. Aunque nuestra relación es así.
     –¡¡Mitchell!! –le grité en cuanto entré a su cuarto.
     –Déjame solo –dijo él mientras se escondía bajo las cobijas de su cama.
     Caminé hacia él y se las quité, dejándolas en el suelo.
     –¡Saca a la chica del baño! –le ordené alzando aún más la voz.
     –¿Chica? ¿Qué chica? –me preguntó confundido.
     –A esa tal Anne –le contesté.
     –¿Quién es esa? –me preguntó.
     –¿Sabes qué? ¡Te quiero fuera de mi apartamento! –le grité furioso–. Ya estoy harto –entonces me paré a pensar un minuto, y vi el reloj–. Dios, llegare tarde –comenté–. Me bañaré en tu baño.
     –¡Déjame dormir! –se quejó, ignorando lo que había dicho.

Al salir de bañarme caminé a mi cuarto, con una toalla amarrada a la cintura. Arregle el traje que me pondría hoy. Me vestí. Y después entre al baño, sólo para cerciorarme de que esa Anne ya no estaba ahí. Y me puse feliz al ver que ya no estaba ahí. Seguramente se fue por su cuenta, porque Mitchell seguía dormido.
     –Supongo que se ha ido –me dije a mi mismo como conclusión.
     Caminé hacia la cocina y esta vez no me sorprendí, me enoje de ver que la chica seguía ahí, con un tazón y leche y cereal afuera, como si estuviera en su casa.
     –Disculpa, ¿Te molestaría salir de mi cocina? –le pregunté cuando entré a la cocina.
     Ella me volteo a ver.
     –¿Qué? No, estoy preparando mi desayuno –me respondió y se dio media vuelta.
     –Si, pero es mi cocina, y te ordeno que te vayas de aquí –le repliqué, ella me volteo a ver nuevamente–. Ven, por favor –le pedí. Entonces ella agarró su plato y la guié hacia el cuarto de Mitchell–. Quédate aquí, no hay problema –le dije.
     Entonces ella entró a su cuarto y yo cerré la puerta. Si Mitchell la había traído aquí, él se tendría que hacer que ésta se fuera, y él tendría que lidiar con ella, no yo. Desde ahora, debería comenzarlo a tratar como un compañero de cuarto más que mi hermano.

10:15 A.M.

Llegué a la casa de mi jefe.
     –Lamento llegar tarde –me disculpé.
     –No te preocupes –me replicó despreocupado.
     –¿En serio? –le pregunté.
     –No, mejor preocúpate, no te quiero otra vez tarde –me contestó enojado–. Tengo un asunto importante que resolver. Ahora, Liam, no necesitas venir, puedes tomarte el día libre hasta que te llame en la tarde, o puedes quedarte aquí hasta que regrese. No me tomaría más de dos horas, trabaja… –me informó–. O descansa.
     –Bien, creo que me quedaré aquí, ordenaré algunos papeles –le comenté.
     Tenía este trabajo que no terminé de hacer el viernes, y sería mejor si lo terminará el día de hoy antes de que se me olvidara.
     –Haz eso –entonces caminó hacia la puerta–. También mi hija esta en su habitación, se siente mal, así que… si necesita algo o es una urgencia, me llamas. ¿De acuerdo? –me pidió.
     –Pero ese no es mi trabajo –me quejé en un murmuro.
     Él pareció oírme y me volteó a ver con seriedad.
     –Tu trabajo es ayudarme y de esta manera me estás ayudando –me dijo.
     Entonces salió de su estudio prácticamente corriendo.
     –De acuerdo, veré que puedo hacer –me dije.
     Subí las escaleras, y toqué la puerta de la habitación de Alexandra. Al parecer es una chica muy tímida, pero extrovertida una vez que la llegas a conocer, o bueno, es lo que su papá me dijo. La conozco desde hacia uno tiempo, pero no hablamos, y además, no tendríamos motivo para hablar.
     –¿Puedo pasar? –pregunté, asomándome por la puerta.
     –¿Quién eres? –me preguntó desde adentro de su habitación.
     –Soy Liam –le contesté.
     –Ah, si, adelante –me replicó.
     Caminé hacia su cama, y me paré frente a ella.
     –Necesitas ir a la escuela –le ordené.
     –No quiero ir –me dijo–. Me siento mal.
     –Esa sólo tu papá se la cree –le dije. Entonces se rió debajo de todas esas cobijas, y después se las quito de encima–. Si no vas a ir a la escuela, por lo menos recoge tu habitación –le pedí.
     –No eres mi papá –me reclamó.
     –No, pero si no lo haces le diré a tu papá lo que realmente pasó en casa de Tony –la amenacé.
     Ella se quedó callada unos minutos.
     –Te odio –me dijo.

11:00 A.M.

Como le había dicho a mi jefe que haría, ordené los archivos y un poco más, pero terminé y no tengo nada que hacer, por lo que subí a la habitación de Alexandra para verificar que hubiera hecho lo que yo le pedí que hiciera, y así fue. Había ordenado todo.
     Estaba sentada de piernas cruzadas en su cama, viendo la televisión.
     –¿Sabes? No había mentido cuando dije que en casa de Tony no pasó nada –mencionó, perdida mientras miraba la pantalla de plasma–. Él no quiere nada conmigo, no de esa manera –dijo con tristeza–. Me preguntó cómo puedo hacer para que cambie de parecer.
     –Nada, si le gustas lo hará al final –le dije y observé su habitación–. Si no le gustas, supéralo.
     Ella sonrió y dio unas palmadas en la cama, indicando el lugar al lado suyo.
     –Puedes sentarte si quieres –le ofreció.
     –No, gracias, se vería inapropiado –la rechacé.
     –¿Inapropiado? Sólo te vas a sentar –me replicó con un bufido–. Estoy aburrida, hay que platicar de algo.
     –Creí que el programa era muy interesante –le dije y señalé a la televisión.
     –Se acabó –me informó–. Aunque no es el mejor programa que he visto.
     –Yo no veo mucho la televisión –admití.
     –A puesto a que no, se nota que te gusta más el ejercicio –me dijo.
     –¿En serio? –le pregunté apenado–. En realidad es así.
     –Tienes que estar en forma porque seguramente estás saliendo con alguien. ¿Cierto? –me preguntó, coqueteando de alguna manera.
     –No creo que eso sea de tu incumbencia –le respondí incómodo–. Pero ya que preguntaste, no. Hace unos meses que estoy soltero y preparado para la siguiente.
     –Que desperdicio –me dijo sonriendo ¿seductivamente?.
     –Lo tomaré como un cumplido –le dije, ahora un poco apenado.
     –Tómalo como quieras –me dijo.
     –Gracias, supongo –le dije extrañado–. Eres muy bonita.
     Ella sonrió y me volteo a ver.
     –Gracias, –me dijo–. Pero no todos piensan eso.
     –El chico ha de estar confundido, dale tiempo –le aseguré.
     –Tal vez ya le di demasiado tiempo –me dijo y dibujó círculos en su colcha, cerca de mi pierna–. Creo que ahora me gusta alguien más, pero siempre es la persona equivocada. ¿Es normal? –me preguntó.
     Sostuvimos la mirada un buen rato, yo le sonreí, ella me sonrió.
     –Puede ser, me he sentido igual –le contesté después de un rato–. No todos los sentimientos son correspondidos.
     Y seguimos sosteniendo ese contacto. Sus ojos son verdes, por lo tanto es inevitable no verlos sin quedarte de alguna manera, hipnotizado, atados a ellos.
     –Eres realmente muy bonita –dije inconscientemente. Desvíe la mirada al darme cuenta de lo que había dicho–. Perdón –le dije.
     –¿Por qué? –me preguntó, sonriendo ligeramente.
     –Por haber dicho eso, es inapropiado –le respondí y bajé la mirada.
     –De nuevo, ¿por qué? –me insistió y colocó su mano en mi rodilla.
     –Porque así es –le dije y miré su mano.
     –“Porque así es” no importa, en serio –me dijo.
     –Claro que importa –le repliqué.
     –Verás que no es así –entonces se abalanzó sobre y mi, y me besó.
     Sus labios se sintieron fríos y secos, fue sólo una razón más para mi para acercarme más a ella, coloqué mi mano en su cuello y lo acaricié mientras mis labios y los suyos se iban hidratando los unos a los otros, hasta que me di cuenta que alguien podría entrar a la habitación en cualquier momento, entonces me separé de ella lentamente, hasta que pude dejar de sentir su aliento en mi cara.
     –¿Lo sentiste? No fue nada del otro mundo, fue sólo un beso. Es normal, y no está mal –me dijo y miró hacia la puerta de su cuarto–. Oye, voy al baño, ahora regreso.
     Y se puso de pie y se fue.
     –Estoy jodido –me dije, sumido en mis pensamientos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

wow °-° jeje

A.S. dijo...

¡Hola Mar! n.n ... ME FASCINO LA HISTORIA!!! es bien nice :D el viernes la recomiendo sin falta, no te preocupes, no hare la chorada que hice la otra vez -.-''
Sigue escribiendola que me encanto!! *-* LIAM!!:D xd
Besos
AWC 'NIGHT♥